Tema 2.2. Docentes y estudiantes resilientes. Características principales.
- Gabriela Fierro
- 15 may 2020
- 3 Min. de lectura
La resiliencia, además de ser considerada como un valor universal por el ámbito de la formación cívica y ética, es también un concepto de la teoría del Desarrollo Humano; esto, desde la perspectiva psicosocial, concerniente a los ciclos de la vida y a los elementos ambientales que enmarcan a los individuos.
Como concepto, la resiliencia ha sido concebida como un fenómeno complejo, funcional y multifactorial, que tiene la capacidad de “equilibrar las fuerzas” de la condición humana en diversos ámbitos.
En lo que respecta al ámbito educativo, se espera que tanto docentes como estudiantes tengan la capacidad de desarrollar conductas resilientes en el aula; capacidad que, además, sea llevada a otros espacios de la vida cotidiana, comunitaria y colectiva.
No obstante, en la búsqueda de esa conducta resiliente, no hay “tipos ideales” o recetas a seguir. Esto es porque cada individuo, desde sus matrices sociales y culturales es diverso e independiente con respecto a otras personas, en sus formas de pensar y de ser. Las experiencias que propician la resiliencia –entonces– son también diversas y subjetivas.
A pesar de ello, y de las condiciones particulares de cada contexto educativo, una cosa sí es clara: la vida personal del docente se implica directamente con su desempeño profesional en el aula. Lo anterior significa que si el profesor está bien en su subjetividad, también rendirá positivamente en su ejercicio profesional. Su papel es fundamental en la construcción de la resiliencia, y por lo tanto asume un papel activo en tal proceso.
Desde la perspectiva de la Ecología Humana, esto conformaría un sistema de interacciones en el que se ven involucradas distintas esferas, con niveles recíprocos de implicación:

Siguiendo con este orden de ideas, entonces será propicio conciliar los ámbitos profesional y personal del docente, los cuales se hallan en constante transformación y crecimiento. De no ser así, se corre el riesgo de poner al individuo en un estado de vulnerabilidad, cuando las condiciones lo lleven al límite, o pongan a prueba su capacidad de enfrentar situaciones difíciles y complejas.
La necesidad de comprender la totalidad del sujeto lleva a que el educador, no sólo como profesional sino también como persona, invierta en un proceso interactivo y dinámico, que le permita desarrollarse como ser humano activando su resiliencia, su capacidad para mirarse a sí mismo y a su proceder de modo más reflexivo.
"Por lo tanto, creemos que la personalidad del educador se verá reflejada de modo bien visible al hacer su práctica junto a sus niños en el medio en el que opera y en el que interactúa." (Aguaded y Almeida, 2016, pp. 169-170)
Por ello se busca que el docente invierta en su persona, dedique tiempo y espacio suficientes para sus actividades, para todo aquello que lo motiva y le interesa. Pero además, deberá complementar esto con un ejercicio de autoreflexión, que lo lleve a encontrarse consigo mismo, para que pueda desarrollarse, expresarse y manifestarse libremente.
No obstante, la realidad del profesorado actualmente es otra. No vayamos más lejos, y pensemos en las condicionantes a las que nos ha sometido la actual contingencia sanitaria. Encontrar ese equilibrio de fuerzas entre lo personal y lo profesional ha sido sumamente complejo en el presente contexto de confinamiento, en donde hemos tenido que idear estrategias.
Y –sin duda– en todo este proceso, algo hemos tenido que sacrificar para salir avante en nuestros compromisos cotidianos. Sin temor a equivocarme, me temo que la esfera que más hemos descuidado es, precisamente, la de nuestro desarrollo personal y la de nuestra salud mental, tan indispensables para trabajar, vivir y coexistir sin presiones o estrés.
Esto ha venido a agravarse cuando tomamos conciencia de lo que numerosos autores han indicado, con respecto a la importancia de “conectarnos con otros”, pero no desde la virtualidad, sino desde la realidad, creando sinergias y mecanismos de diálogo y empatía.
"El estrés y las depresiones entre docentes es un hecho que va aumentando por años por la incapacidad de controlar las situaciones en las que se enfrenta cada día. La soledad y la falta de entendimiento por parte de sus compañeros, que a veces asumen actitudes de pasividad y falta de motivación, hacen que la resiliencia disminuya y estas situaciones de tensión sean incontrolables." (Aguaded y Almeida, 2016, p. 170)
En conclusión:
"El proceso de enseñanza y la práctica pedagógica dependerán del carácter propio del educador y de la forma en que se interrelaciona con el carácter individual del alumnado. Recordamos a nuestros docentes no por lo que nos enseñaron sino cómo lo enseñaron, retenemos las impresiones que causaron al resolver los problemas cotidianos del aula y por tanto su templanza y su capacidad de resiliencia día a día." (Aguades y Almeida, 2016, p. 171).
Y tú, ¿eres un facilitador de conocimientos que propicia la resiliencia entre sus alumnos? ¿Cómo has trabajado para lograrlo?
No olvides contar tu historia a partir del ejercicio de autoprospección que deberás realizar como parte de este tema.
Si tienes dudas o comentarios, puedes dejarlos aquí.
Comments